Un litoral por descubrir: la otra cara de Myanmar
Birmania, conocida oficialmente como Myanmar desde 1989, es mayormente asociada a sus templos antiguos, como los de Bagan, o a sus paisajes montañosos y monasterios budistas suspendidos en el tiempo. Sin embargo, su extensa costa de más de 2.000 kilómetros esconde playas vírgenes que permanecen casi desconocidas para el turismo internacional. En esta entrega, proponemos una mirada sobre estos arenales desiertos, donde el patrimonio natural se entrelaza con la herencia cultural local.
Lejos de los circuitos masivos del Sudeste Asiático, las playas birmanas son auténticos refugios aún libres de la urbanización descontrolada que afecta a destinos vecinos como Phuket o Bali. ¿Qué hace tan especial a este litoral? Silencio, paisajes sin alterar, presencia de comunidades pesqueras tradicionales y una conexión constante con la identidad local. Todo esto convierte a las playas de Birmania en un testimonio de un modo de vida ajeno a la prisa globalizada.
Ngapali: el secreto mejor guardado del golfo de Bengala
Ubicada en el estado de Rakhine, al oeste de Myanmar, Ngapali es probablemente la playa más conocida entre los viajeros que buscan tranquilidad sin renunciar al mínimo de infraestructura. Pero incluso aquí, el desarrollo turístico es limitado y regulado. Ngapali combina un entorno natural excepcional —arena blanca, aguas turquesas, palmeras alineadas con natural simetría— y una atmósfera que recuerda a los destinos costeros del Sudeste Asiático de hace cincuenta años.
Según registros disponibles, su nombre provendría de una deformación de « Naples », dada por marineros italianos que encontraron similitudes paisajísticas con la costa mediterránea. Hoy, este enclave ofrece alojamiento desde pequeños bungalows familiares hasta villas ecológicas, pero mantiene una política restrictiva con respecto a las grandes cadenas hoteleras. Los visitantes pueden apreciar aún cómo los pescadores faenan al amanecer o cómo se secan los peces al sol, una práctica que subsiste desde generaciones.
Entre las actividades recomendadas se encuentran:
- Recorrer en bicicleta los pequeños pueblos aledaños, como Jate Taw, en los que se entremezclan estatuas budistas escondidas entre los árboles y mercados locales.
- Visitar el puerto de pescadores por la mañana, donde es posible observar la subasta de la pesca del día y establecer contacto con las técnicas artesanales de captura y preparación.
- Paseos en barca hasta islas cercanas como Pearl Island, donde los arrecifes aún exhiben buena salud coralina.
Playa de Kanthaya: aislamiento y pureza
A unas cinco horas al sur de Ngapali se encuentra la playa de Kanthaya. Su nombre, que significa en birmano “ciudad tranquila”, es coherente con la experiencia que ofrece. Alejada de todo punto urbano importante y sin presencia de hoteles internacionales, Kanthaya es uno de los mejores ejemplos de costa virgen en Asia.
No hay mototaxis, ni alquiler de botes, ni vendedores ambulantes. Solo arena dorada, olas pausadas y un puñado de casas locales que funcionan como hospedaje a través de acuerdos informales. Muy pocas guías la mencionan, y hasta hace pocos años ni siquiera contaba con cobertura de telefonía. Para el viajero comprometido con el turismo sostenible, se trata de una oportunidad de inmersión auténtica, aunque es importante recalcar la necesidad de respetar los códigos culturales locales —ropa adecuada, evitar el alcohol en público, abstenerse de conductas invasivas—.
Además, la zona está próxima a regiones de marismas que sirven de hábitat a aves migratorias, como el zarapito coliblanco o la espátula rosada, convirtiéndola también en un destino potencial para aficionados a la ornitología.
Islas Mergui: un archipiélago fuera del tiempo
Al sur, frente a las costas de Tanintharyi, se despliega el archipiélago de Mergui, un conjunto de más de 800 islas en el mar de Andamán, muchas de ellas completamente inhabitadas. La región abrió al turismo en los años 90, pero su fisonomía prácticamente no se ha visto alterada desde entonces.
Esta zona, objeto de creciente interés entre antropólogos, alberga comunidades de Moken —pueblos nómadas marinos— cuya vida y cultura dependen directamente del mar. Ellos han desarrollado técnicas únicas para la pesca, la orientación náutica sin instrumental y la artesanía en madera. Algunos operadores locales, con permisos oficiales, organizan visitas a estas comunidades bajo acuerdos éticos, respetando el consentimiento y la no intrusión de las prácticas rituales.
Llegar hasta Mergui no es simple: se requiere tomar un vuelo hasta Kawthaung y luego embarcaciones aprobadas por las autoridades. Esta dificultad logística es precisamente uno de los factores que ha preservado el entorno. Los arrecifes coralinos que rodean las islas aún conservan buena salud, y la visibilidad submarina permite experiencias únicas de buceo.
Las playas aquí presentan variantes según la isla: algunas con arena blanca y aguas calmas, otras de pequeñas piedras volcánicas o rodeadas de manglares. La sensación general es la de estar en un mapa no actualizado: sin nombres, sin senderos, sin estructuras invasivas. Solo naturaleza pura.
Thandwe y las playas de Chaung Tha: escapadas de fin de semana para locales
No todas las playas de Myanmar están destinadas al visitante internacional. Algunas, como Chaung Tha o Ngwe Saung, situadas en la región de Ayeyarwady, son las preferidas por la clase media birmana que busca un descanso sin salir del país. Durante los fines de semana largos, estos destinos se llenan de familias locales que hacen picnic bajo la sombra de sombrillas improvisadas.
En estos casos, el desarrollo turístico es más visible: hay restaurantes, pequeños hoteles y alquiler de scooters. Aun así, mantienen elementos de interés patrimonial. En la playa de Ngwe Saung, por ejemplo, se encuentra la isla de los amantes, donde una escultura de una pareja de figuras míticas budistas parece custodiar la orilla. Las festividades religiosas suelen incluir procesiones frente al mar, especialmente durante el festival del agua, llamado Thingyan, que marca el Año Nuevo birmano en abril. La interacción entre religión, naturaleza y espacio público convierte estas playas en más que simples lugares de recreación; son, también, escenarios de vivencia espiritual y comunal.
Retos de conservación y perspectivas futuras
La apertura selectiva del país y la evolución política de Myanmar colocan al país en una encrucijada. Por un lado, existe un fuerte interés en desarrollar el turismo costero como fuente de ingreso. Por otro, muchas de estas áreas incluyen ecosistemas delicados o territorios indígenas que podrían verse perjudicados por un turismo desregulado.
Actualmente, organizaciones como Fauna & Flora International y la Asian Development Bank colaboran con el gobierno local para planificar estrategias sostenibles. Entre ellas se destaca el desarrollo de “zonas de bajo impacto”, donde toda infraestructura debe cumplir parámetros ecológicos, y la capacitación de comunidades locales como guías o proveedores turísticos sin perder su identidad cultural.
El viajero informado y responsable tiene, sin duda, un papel crucial. Elegir operadores que trabajen con comunidades locales, respetar las normativas ambientales, abstenerse de prácticas invasivas (como el uso de drones en espacios ceremoniales) y dejar únicamente huellas físicas mínimas son acciones simples pero determinantes.
Una invitación a mirar el patrimonio desde la orilla
Las playas de Birmania no son solo postales paradisíacas; son también espacios donde se entreteje la vida cotidiana, la religión, la tradición marítima y la biodiversidad. Explorar estos lugares con la mirada de quien busca comprender, más que consumir, permite reencontrarse con una forma de viajar menos acelerada, más atenta, y profundamente conectada con el patrimonio viviente de un país aún desconocido en muchos de sus rincones costeros. Myanmar, con todo lo que aún guarda en secreto, recuerda que no todo lo valioso brilla a simple vista.