La gastronomía rumana: una ventana al alma de los Cárpatos
Rumanía, enclavada entre los paisajes montañosos de los Cárpatos y bañada por las aguas del Mar Negro, es mucho más que sus castillos medievales o sus monasterios fortificados. Para quien busca comprender el espíritu de una región, pocas vías son tan reveladoras como su cocina. La comida rumana, a medio camino entre la Europa central, los Balcanes y el Imperio Otomano, encierra siglos de historia, resistencia y mestizaje cultural.
A lo largo de este artículo nos adentraremos en algunas de las recetas más emblemáticas del país, explorando ingredientes, técnicas y tradiciones que se mantienen vivas no solo en los grandes restaurantes, sino sobre todo en las cocinas familiares, donde el legado se transmite de generación en generación.
Influencias y particularidades regionales
Hablar de “comida rumana” en singular es simplificar una realidad compleja. Cada región del país —Transilvania, Valaquia, Moldavia o Dobruja— aporta su toque distintivo, resultado de siglos de influencias múltiples: húngaras, alemanas, eslavas, turcas y griegas, entre otras.
En Transilvania, por ejemplo, las recetas tienden a ser más contundentes, con base en ingredientes como la carne de cerdo, repollo y crema agria. Las zonas más orientales como Moldavia están marcadas por sabores algo más especiados, influenciados por el mundo otomano. Y en Dobruja, cerca del Mar Negro, los platos de pescado tienen un protagonismo especial.
Platos imprescindibles de la cocina tradicional rumana
Viajando por las aldeas del corazón de los Cárpatos o paseando por los mercados de Bucarest, es imposible no cruzarse con estas recetas indispensables. Su preparación sigue técnicas ancestrales y cada plato cuenta una historia.
Sarmale: el arte de envolver tradición
El sarmale es, sin duda, uno de los platos más representativos de la gastronomía rumana. Se trata de rollos de col fermentada rellenos de carne picada (generalmente cerdo), arroz y hierbas aromáticas como el eneldo o el tomillo.
Este plato tiene claras raíces otomanas (la palabra deriva del turco “sarmak”, que significa “envolver”), pero a lo largo de los siglos se ha rumianizado hasta convertirse en parte inseparable de cualquier celebración, desde las fiestas navideñas hasta las bodas.
Suele servirse acompañado de mămăligă (una especie de polenta de maíz) y una generosa cucharada de smântână (nata fermentada), lo que suaviza su intensidad y aporta textura al conjunto.
Ciorbă de burtă: una sopa con carácter
Si hay un plato que despierta pasiones encontradas entre los no iniciados es la ciorbă de burtă, una sopa ácida elaborada con callos de ternera, vinagre, huevo, ajo y crema agria. Su sabor es intenso, pero equilibrado por la acidez característica de las ciorbă, sopas típicas rumanas que se diferencian de las “supe” por su notable acidez (aportada por vinagre, jugo de limón o fermentos).
Considerada una cura infalible para la resaca por muchos locales, esta sopa se sirve caliente, coronada con un chorrito de crema y a veces un toque de guindilla. Su preparación requiere paciencia y limpieza meticulosa de los ingredientes, por lo que tradicionalmente se reserva para ocasiones especiales.
Mititei (o mici): pequeños cilindros con gran sabor
En las plazas, mercados y festivales rumanos es común percibir el aroma inconfundible de los mititei —literalmente “los pequeños”—, cilindros de carne picada (mezcla de cerdo, ternera y a veces cordero) aromatizada con ajo, tomillo, pimienta y bicarbonato de sodio, que se cocinan directamente sobre la parrilla.
Fueron creados supuestamente por un restaurador de Bucarest en el siglo XIX, que se quedó sin tripas para hacer salchichas. El éxito fue tal que hoy ningún picnic nacional está completo sin ellos. Se acompañan típicamente de pan, mostaza y cerveza fría.
Tochitură: el estofado que reúne a la familia
Este contundente plato tiene como base carne de cerdo, salchichas y, ocasionalmente, hígado u otros despojos, cocinados lentamente hasta lograr una textura tierna y jugosa. Se acompaña de mămăligă, huevos fritos y queso tradicional de oveja (tipo telemea o brânză de burduf), creando una combinación de sabores salados y reconfortantes.
La tochitură es un plato típico de domingos en familia, preparado en grandes cantidades y en cazuelas de barro. Representa también una muestra clara de la importancia de la comida como acto de comunión social en la cultura rumana.
Papanași: el final dulce (y frito) del viaje
Para los amantes del dulce, los papanași constituyen una deliciosa sorpresa. Se trata de buñuelos elaborados con queso fresco (tipo urdă o brânză dulce), harina, huevo y un toque de ralladura de limón. Son fritos hasta dorarse y se sirven calientes, cubiertos con crema agria y mermelada de arándanos o cerezas negras.
Esta mezcla de sabores dulces y ácidos puede resultar insólita al principio para los paladares no habituados, pero es precisamente esa dualidad la que los ha convertido en un postre tan popular, tanto en las tabernas rurales como en los restaurantes urbanos más modernos.
Ingredientes y costumbres culinarias: entre tradición y autosuficiencia
Uno de los aspectos más fascinantes de la cocina rumana es su profunda relación con el ciclo agrícola y la autosuficiencia. En las zonas rurales, es común que los alimentos se preparen con productos de la propia huerta: tomates, pepinos, pimientos, cebollas, ajo, legumbres y frutas diversas según la estación.
La conservación de alimentos es una práctica extendida, herencia de largos meses de invierno. Así, proliferan encurtidos (murături), mermeladas caseras, carnes ahumadas o en conserva, y quesos curados en corteza de abeto o piel de oveja.
¿Sabías que en muchas aldeas montañosas los hornos de pan siguen siendo comunales? Vecinos que se turnan para cocer sus hogazas en grandes hornos de piedra, perpetuando una forma de vida donde la gastronomía se funde con la solidaridad.
Tradiciones festivas y rol social de la comida
La comida en Rumanía no es solamente una cuestión de nutrición o gusto: tiene una dimensión ritual poderosa. Casi todas las festividades religiosas —Navidad, Pascua, la Cuaresma ortodoxa— están marcadas por platos específicos, cuya preparación se transmite con reverencia.
- En Navidad no faltan los sarmale ni el caltaboș (una salchicha hervida a partir de carne y vísceras).
- En Pascua, los huevos teñidos y el cozonac (pan dulce con nueces y cacao) son omnipresentes.
- Durante la Cuaresma ortodoxa, los platos sin productos animales revelan una faceta menos conocida pero profundamente creativa de la gastronomía rumana.
En muchos pueblos, preparar una comida para una celebración comunitaria es una tarea compartida, donde los roles no sólo se reparten en función del género, sino también de la experiencia. Las mujeres mayores suelen tener la voz cantante, enseñando a las más jóvenes no solo a cocinar, sino también a organizar, compartir y celebrar.
Una gastronomía en evolución
Si bien la cocina rumana hunde sus raíces en la tradición, en los últimos años han surgido proyectos de reinterpretación gastronómica que buscan valorizar el patrimonio culinario. Jóvenes chefs, como Alexandru Dumitru o Ionuț Gagiu, han empezado a incorporar técnicas contemporáneas a ingredientes ancestrales, creando cartas donde el queso telemea convive con espumas y reducciones.
Muchos restaurantes promueven el concepto de “slow food” y rescatan productos de kilómetro cero, integrando en sus menús variedades de tomate autóctonas, mieles recolectadas en los montes Făgăraș y embutidos curados en el altiplano de Maramureș.
Recomendaciones para el viajero curioso
¿Planeas un viaje a Rumanía y deseas descubrir su cocina más allá de lo evidente? Aquí algunas sugerencias prácticas:
- Visita los mercados locales: el de Obor en Bucarest o el de Sibiu son una auténtica fiesta para los sentidos.
- Busca pensiones rurales (pensiuni) que ofrezcan comidas caseras, especialmente en las zonas de Bucovina, Maramureș o los Cárpatos meridionales.
- No te limites a los menús en inglés: pide sugerencias locales y no temas probar algo desconocido.
- Pregunta por el țuică (aguardiente de ciruela): no es un plato, pero suele acompañar el comienzo de toda buena comida rumana.
Descubrir la comida típica rumana es emprender un viaje multisensorial al pasado y al presente de una cultura profundamente ligada a su tierra. Ya sea entre los bosques de los Cárpatos o en el bullicio cosmopolita de Cluj o Timișoara, cada bocado ofrece un fragmento de historia que merece ser saboreado con atención.